Com sabem, hi pot haver infinits punts de vista sobre un mateix tema, i el que pretenc amb aquetsa notícia és que en veieu un més i reflexioneu sobre el que diu. M'agradaria que poguessiu comentar els aspectes que més us hagin cridat l'atenció, la vostra opinió sobre el text...
Autoescuela
Javier Castañeda | 15/05/2008 - 11:36 horas
Esto de aprender se está poniendo cada vez más difícil. Bueno, quizá aprender, aprender de verdad, no haya sido nunca muy fácil. Quienes conocen bien los resortes del aprendizaje, saben que se trata de una tarea que requiere un esfuerzo y que puede durar una o varias vidas. O sea que, quizá lo que resulta cada vez más complejo, sea adaptarse con presteza a los rápidos cambios que sufren los métodos de aprendizaje. Obviamente no voy a hablarles de autos, ni de cómo manejarlos; la propuesta es reflexionar sobre si el aprendizaje es una cuestión de método, de codos, de disciplina… O quizá algo más intangible como crear un entorno, un juego o unas guías que doten a los niños de las habilidades necesarias para crear sus propias herramientas de aprendizaje, algo así como su propia auto-escuela, en sentido autodidacta.
Muchos de ellos, de esos autodidactas, tradicionalmente se han hecho a sí mismos sin ningún tipo de formación o de apoyo a la hora de aprender. Han optado por desarrollar –bien por un don innato o bien porque han tenido que sacarse las castañas del fuego- los distintos resortes que les han permitido, en mayor o menor medida, adquirir esos conocimientos o destrezas que necesitaban para dominar una materia. Muchos de ellos, sin estudios básicos ni formación previa, se han modelado a sí mismos con bastantes buenos resultados. Es más, probablemente ni se cuestionaron que no tenían método, sino que hicieron lo que pudieron o lo que supieron para salir adelante. A otros en cambio, no les agradaba el método de aprendizaje o la manera estándar de adentrarse a conocer un tema y se inventaron una propia: la suya.
Así las cosas, es posible observar como en los últimos años, el escenario tradicional de hincar los codos y alabar la disciplina en el estudio, cada vez va mutando hacia nuevas tendencias que abogan por sustituir los clásicos deberes de antaño, para incidir mucho más en la comprensión, la interacción con el entorno o el refuerzo de las capacidades naturales, en definitiva, cosas de las que antes en la escuela no se escuchaba hablar ni en pintura. Y por si no fuera ya complejo gestionar este cambio, introducimos una nueva variable: el factor digital. Ahora que toda la información está en las máquinas, emplear horas en repetir datos como loros se ve como algo obsoleto y anticuado. Es más, los centros pioneros en educación infantil se enorgullecen al hablar del número de ordenadores por niño o de las flamantes pizarras digitales, donde como por arte de magia –o de Google, que es casi lo mismo- aparecen en pantalla todos los tipos de datos que podamos necesitar. Y pese a que aún no conocemos el alcance de tan potentes cambios, sí sabemos que ya están aquí y han venido para quedarse.
También sabemos que, tras unos años de aplicar estos nuevos métodos, de momento no parecen haberse obtenido muy buenos frutos. Al menos en los tan traídos y llevados informes europeos sobre la educación, siempre se dice que nuestros escolares suspenden y que, conseguir mantener la atención de los alumnos, es cada vez más complicado. Nuevamente entramos en un sector en el que la digitalización ha traído consigo importantes cambios: Antes el profesor era el pozo de sabiduría que llenaba, poco a poco -y con más o menos cariño, según su raigambre- los vasos de los alumnos sedientos de esa sed de saber que sólo cura el conocimiento. Pero ahora que el conocimiento es libre y pulula alegremente por el ciberespacio. ¿Para qué necesitan los alumnos a los profesores? ¿Cambia este panorama digital el rol del profesor? Probablemente sí, aunque muchos no se hayan enterado. Y así, ya hay muchos profesores que notan ese vacío de interés y, pese a que se esfuerzan, no saben cómo competir con ese cerebro planetario. Aunque quizá la clave no sea la competencia y por eso quizá ahora se hable del educador no como un mero transmisor de conocimiento, sino como un facilitador, dado que "su función ya no es dar información a los niños, sino motivarlos, crearles interés, suscitarles curiosidad y alentarlos".
Pero tras este matiz subyace una importante cuestión y es que, muchas veces, todo queda reducido al potencial de la tecnología y a las cosas que son capaces de hacer con ella los alumnos; con un destello digital que suele deslumbrar tanto a padres como a profesores, tradicionalmente analógicos. Que en Google se pueden encontrar todos los ríos del mundo es obvio; pero mientras no nos implanten un chip en la cabeza, parte del bagaje cultural de una persona, en mi opinión, seguirá siendo conocer y poder ubicar mentalmente esos ríos, pues si no, seremos como un 'PC tonto' de esos incapaces de retener nada, pues su disco duro o almacén de datos está en otra parte. Así, mientras que Google saca sobresaliente en cartografía y en muchas otras materias –de hecho Google Maps, ya tiene matrícula de honor- nosotros seguiremos suspendiendo en Geografía si no sabemos donde están los ríos, los montes, los países y muchas cosas más que ya no forman parte de nosotros pues resulta más cómodo dejar el peso de la memoria en otros dispositivos. Pese a todo, y para regocijo de autodidactas, contamos con una herramienta de lujo que no sólo ya casi supera la mítica Torre de Babel, sino que además cuenta con estupendas herramientas para aprender. Ahora sólo falta que alguien, con conocimiento y cabeza, destile un modelo integrador para seguir en la Escuela…
Muchos de ellos, de esos autodidactas, tradicionalmente se han hecho a sí mismos sin ningún tipo de formación o de apoyo a la hora de aprender. Han optado por desarrollar –bien por un don innato o bien porque han tenido que sacarse las castañas del fuego- los distintos resortes que les han permitido, en mayor o menor medida, adquirir esos conocimientos o destrezas que necesitaban para dominar una materia. Muchos de ellos, sin estudios básicos ni formación previa, se han modelado a sí mismos con bastantes buenos resultados. Es más, probablemente ni se cuestionaron que no tenían método, sino que hicieron lo que pudieron o lo que supieron para salir adelante. A otros en cambio, no les agradaba el método de aprendizaje o la manera estándar de adentrarse a conocer un tema y se inventaron una propia: la suya.
Así las cosas, es posible observar como en los últimos años, el escenario tradicional de hincar los codos y alabar la disciplina en el estudio, cada vez va mutando hacia nuevas tendencias que abogan por sustituir los clásicos deberes de antaño, para incidir mucho más en la comprensión, la interacción con el entorno o el refuerzo de las capacidades naturales, en definitiva, cosas de las que antes en la escuela no se escuchaba hablar ni en pintura. Y por si no fuera ya complejo gestionar este cambio, introducimos una nueva variable: el factor digital. Ahora que toda la información está en las máquinas, emplear horas en repetir datos como loros se ve como algo obsoleto y anticuado. Es más, los centros pioneros en educación infantil se enorgullecen al hablar del número de ordenadores por niño o de las flamantes pizarras digitales, donde como por arte de magia –o de Google, que es casi lo mismo- aparecen en pantalla todos los tipos de datos que podamos necesitar. Y pese a que aún no conocemos el alcance de tan potentes cambios, sí sabemos que ya están aquí y han venido para quedarse.
También sabemos que, tras unos años de aplicar estos nuevos métodos, de momento no parecen haberse obtenido muy buenos frutos. Al menos en los tan traídos y llevados informes europeos sobre la educación, siempre se dice que nuestros escolares suspenden y que, conseguir mantener la atención de los alumnos, es cada vez más complicado. Nuevamente entramos en un sector en el que la digitalización ha traído consigo importantes cambios: Antes el profesor era el pozo de sabiduría que llenaba, poco a poco -y con más o menos cariño, según su raigambre- los vasos de los alumnos sedientos de esa sed de saber que sólo cura el conocimiento. Pero ahora que el conocimiento es libre y pulula alegremente por el ciberespacio. ¿Para qué necesitan los alumnos a los profesores? ¿Cambia este panorama digital el rol del profesor? Probablemente sí, aunque muchos no se hayan enterado. Y así, ya hay muchos profesores que notan ese vacío de interés y, pese a que se esfuerzan, no saben cómo competir con ese cerebro planetario. Aunque quizá la clave no sea la competencia y por eso quizá ahora se hable del educador no como un mero transmisor de conocimiento, sino como un facilitador, dado que "su función ya no es dar información a los niños, sino motivarlos, crearles interés, suscitarles curiosidad y alentarlos".
Pero tras este matiz subyace una importante cuestión y es que, muchas veces, todo queda reducido al potencial de la tecnología y a las cosas que son capaces de hacer con ella los alumnos; con un destello digital que suele deslumbrar tanto a padres como a profesores, tradicionalmente analógicos. Que en Google se pueden encontrar todos los ríos del mundo es obvio; pero mientras no nos implanten un chip en la cabeza, parte del bagaje cultural de una persona, en mi opinión, seguirá siendo conocer y poder ubicar mentalmente esos ríos, pues si no, seremos como un 'PC tonto' de esos incapaces de retener nada, pues su disco duro o almacén de datos está en otra parte. Así, mientras que Google saca sobresaliente en cartografía y en muchas otras materias –de hecho Google Maps, ya tiene matrícula de honor- nosotros seguiremos suspendiendo en Geografía si no sabemos donde están los ríos, los montes, los países y muchas cosas más que ya no forman parte de nosotros pues resulta más cómodo dejar el peso de la memoria en otros dispositivos. Pese a todo, y para regocijo de autodidactas, contamos con una herramienta de lujo que no sólo ya casi supera la mítica Torre de Babel, sino que además cuenta con estupendas herramientas para aprender. Ahora sólo falta que alguien, con conocimiento y cabeza, destile un modelo integrador para seguir en la Escuela…